La búsqueda de nuevos exoplanetas habitables se ha convertido en una de las disciplinas más en auge de la astronomía moderna. Ya que no sólo nos permite comprender la naturaleza del universo y todo lo que nos rodea, sino que también incluye la esperanza de encontrar, tarde o temprano, un mundo similar a la Tierra.
A día de hoy se ha confirmado el descubrimiento de más de 5500 planetas en órbita en más de 4000 sistemas estelares diferentes. Pero esta búsqueda no ha hecho más que empezar. Pensamos que podría haber millones de millones de planetas tan solo en nuestra galaxia y que lo más probable es que la grandísima mayoría de estrellas, si no todas, tengan al menos uno de estos mundos en sus cercanías. Sin embargo, detectar un exoplaneta no es una hazaña pequeña. Estamos hablando de detectar objetos que son miles de veces menos masivos y brillantes que las estrellas a las que acompañan.
Dentro del problema que supone encontrar estos planetas, contamos con que unos métodos más tradicionales como la observación directa, el tránsito estelar o la velocidad radial, han quedado muy lejos ya. En este contexto, la Radioastronomía se sitúa como la herramienta más eficiente en este tipo de situaciones. Mediante la detección de ondas de radio con los radiotelescopios (similares a los telescopios normales pero que captan ondas de radio en vez de luz) es posible conocer las características principales de esos planetas todavía desconocidos, tal y como se ha hecho previamente con los púlsares o con el fondo cósmico.
Y es que, mientras la observación de luz visible permite detectar únicamente la presencia de estos planetas, la captación de ondas de radio puede dar acceso directo a algunas de sus propiedades más básicas, como su actividad magnética, las especies químicas que componen su atmósfera e, incluso, indicadores de ciertos procesos biológicos. De hecho, por ejemplo, la detección de magnetismo en el planeta podría aportar mucha más información de la que pueda parecer a simple vista, como, por ejemplo, su geodinámica o sus historias de interacciones planetarias.
Mediante estos métodos ha sido posible encontrar los últimos dos nuevos exoplanetas identificados, GJ 1002b y GJ 1002c, que parecen cumplir todos los requisitos necesarios para considerarlos primos hermanos de la Tierra. La gran ventaja frente a otros exoplanetas ya conocidos es que ambos mundos se encuentran a solo 16 años luz de distancia de nuestro Sistema Solar, que se trata de una distancia bastante pequeña a nivel astronómico.